Además, el gato sisea y ataca al perro si éste se acerca demasiado. Esto da la impresión errónea de que el gato está enfadado y el perro es amistoso. En realidad, sin embargo, el primero sólo advierte al segundo de que no quiere tratar con él. Si el perro tonto ignora un mensaje tan simple, la agresividad del gato no hace más que aumentar.
Los zoólogos creen que ver al perro como un héroe y al gato como un villano es una reacción humana natural. Al fin y al cabo, estamos acostumbrados a creer que los perros son más leales y apegados al dueño. La actitud distante del gato irrita inconscientemente a muchas personas, aunque ni siquiera se dan cuenta de los beneficios que los gatos aportan a los bípedos, sin dejar de ser ellos mismos y sin convertirse en «buenos chicos» o «buenas chicas».
Por último, ningún gato ha merecido nunca un bozal por sus acciones, lo que no ocurre con los perros.